Allá en el primer Nu Art, por el 2010, empezamos a cuestionar la monopolizacion del espacio publico y la contaminación visual de la mano de la publicidad y la propaganda. Dentro de nuestros debates nos gustaba imaginar una ciudad donde la estética ocupase esos espacios, donde nuestra identidad como ciudad estuviese definida por los colores y los trazos de aquellos artistas que embellecieran nuestro entorno, en lugar de encapsular sus obras en espacios particulares. Contábamos con pocas, pero contundentes referencias, en aquel entonces algunas paredes habían dejado de ser un espacio vació, para convertirse en parte del relato visual de quienes somos. Algunas obras colectivas y algunos artistas callejeros empezaron a adueñarse del paisaje urbano y con entusiasmo debatíamos las posibilidades de que proliferaran aun mas.
En ese entonces el fenómeno de Banksy y otros artistas callejeros estaban en auge, y las intervenciones del espacio publico de mano del arte empezaban a dejar de ser vistas como una usurpación ilegal.
No fue coincidencia que en aquel encuentro nos visito un amigo, alguien que admiro y quiero muchísimo, el maestro Rocambole, quien siempre de alguna manera nos invita a reflexionar sobre el problema de estar programados para concebir el mundo sesgado por la textualidad y el peso de las palabras. Justamente hace unos días tuvimos la oportunidad de compartir esas potentes ideas a través de su participación en TEDxUNLaR, en donde cerro el ciclo de charlas advirtiéndonos que la atrofia adquirida que tenemos al lenguaje visual tiene un trasfondo maquiavelico que nos moldea como ciudadanos fragmentados, vulnerables y sumisos perdidos en un bosque de pantallas donde el bombardeo visual nos domina sin que sepamos codificarlo analíticamente.
Ayer quede consternado porque mis pantallas se llenaron de imágenes que reproducían palabras en una batalla de legitimación de la acción poética por sobre las pintadas de políticos que se apoderaban de este espacio en la búsqueda de ganar terreno. La discusión de esta contienda se vio reducida a una pelea entre la propaganda política versus la poesía, mientras nadie reparaba en el factor estético en donde el paisaje urbano devino en la arjonizacion de una ciudad blanco y negro repleta de palabras. Claro que preferimos a Arjona, Neruda o cualquier otro poeta antes que la propagación del nombre propio de algún político. Los aforismos baratos en blanco y negro están de moda, son ideales para encontrar deditos para arriba y fáciles adeptos.
Pero sin entrar en un inútil debate sobre si los punteros de algún posible candidato son mas inoperantes que otros, menos en la casualidad de que este tipo de torpezas coincidan con agendas electorales. Me gustaría reparar en aquellos aspectos en los que no veo a nadie cuestionando.
¿Son estas frases las que vienen a salvarnos de la contaminación visual? ¿Este es el paisaje urbano que ambicionamos? ¿Cualquier frase que se amolde a este formato debe considerarse arte? ¿Se imaginan una ciudad donde las paredes estén colmadas de acciones poéticas intocables?